Vagamente ridículos; maniquíes noctámbulos;
terribles, singulares igual a los sonámbulos,,
fijan quien sabe dónde sus globos tenebrosos.
Sus ojos, de que huyó la centella divina,
como si algo miraran en lo lejano, al cielo
se alzan siempre; jamás su cabeza se inclina
para buscar, pesada por el ensueño el suelo.
Y atraviesan así lo negro ilimitado,
hermano del silencio infinito, oh ciudad,
mientras que cantas, muges, ríes en tu desvelo
prendada del placer hasta la atrocidad,
mira: ¡también me arrastro! Pero más atontado,
"¿Qué buscan -me pregunto- los ciegos en el cielo?"
Las Flores del Mal -1857
Traducción de Nydia Lamarque
Traducción de Nydia Lamarque
¿Cómo puede un poema ser cínico y conmovedor, frío y humano a la vez? Sólo grandes poetas, como Baudelaire!
ResponderEliminarAdemás el ingenio de pedirle a la ciudad que "mire", mientras que los ciegos evidentemente no pueden hacerlo, engalana el cierre del soneto con un notable oximorón.