Porque amo la noche, la tierra, el agua, el viento,
los hijos que me diste, la alegría solar,
y tu propia alegría, omo una viva fuente,
y las penas que fluyen, cual las olas del mar,
porque amo a mi pueblo, de gentes primitivas,
y a los pueblos del mundo, y al hombre universal,
que en cielos de la angustia hoy levanta y sostiene
estrellas de una nueva constelación polar;
porque amo los tiernos animales, las bestias
que en la sombra se juntan y este pan
que comparto contigo, y los sueños que duermo
a tu vera, soñando, y la vida mortal
que me hiere de pronto como saetas de fuergo,
con su largo silencio de ceniza y de polvo;
porque amo la sed, la hartura, el bien y el mal,
que son como caballos de lumbre, porque amo
cuando mis ojos se abren abiertos de par en par,
cuando besan mis manos, cuando tocan mis labios,
yo te amo en creciente, ¡Oh mujer cardinal!
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