Le enseñaron
el oficio
de pagar deudas
a largo plazo.
Siempre
lo empujaron
contra los muros.
Lo pusieron
de espaldas
al sol
para que no
encuentre
la verdad.
Lo alimentarion
con pequeñas
monedas.
No sé
cuantas veces
lo acostaron
contra la tierra.
Vivió escribiendo
en los cuadernos
poemas
para los humildes.
Siempre
estuvo en las calles
con el puño
cerrado
y con la cara
al pueblo.
El llanto
nunca se alojó
en sus pupilas.
Lo persiguieron
hasta
en las uñas
de la noche.
Pobre hombre
tenía la esperanza
guardada
en un bolsillo.
Pobre hombre.
Cuando quisieron
darle alegría
ya estaba
muerto
de tristeza.
Sólo sé
que se llamaba
hombre
y que murió
un Viernes Santo.
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