Ahora me castiga tu voz
golpeándome la cara con el viento;
me duele tu nombre en el recuerdo,
me hieren tus lágrimas calladas,
tu sangre conmovida,
tu espera de sauce,
junto al río de mis venas.
Acentuando las noches
bajan las nubes de octubre
y parece ser tu ausencia que llora
trajinando mis ventanas
cuando llueve.
Una inmensa noche
interviene mis sentidos,
en mi sombra desesperada,
en mi modo de sufrir a solas
y esta en mi corazón
temblando
como una gota en suspenso
por tus ojos abiertos a las lágrimas
por tus manos, también desesperadas.
Quiero decirte un canto
y solamente la lluvia adorna.
La arena gris de mis paisajes.
No me pidas entonces
la canción de los oleajes,
ni el coro de los árboles
alargándose en el viento interminable.
Sin embargo
pon tus manos sobre las olas
y me encontrarás intacto
en la espuma dolorida.
Sube desde la raíz
a la copa de los árboles
y sentirás mi afán junto a la sabia
agitando su ramaje.
Prolóngate después
haciendo espirales de tu voz,
con el viento peregrino
y hallarás mi nombre
repetido como el eco,
ni nombre permanente
como es tu nombre para mí
sin tiempo en el recuerdo.
Es un castigo
tu voz en la ausencia,
¡Cómo duele tu nombre!
¡Cómo duelen tus lágrimas, tu espera
y tu sangre conmovida!
Cómo pesa este delirio
ahora que hasta las noches
se han cargado de ti
como el verano de racimos apretados.
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