domingo, 14 de marzo de 2010

Himno (Rosario Castellanos)

Después de todo, amigos,
esta vida no puede llamarse desdichada.
En lo que a mi concierne, por ejemplo,
recibí en proporción justa, a la hora exacta
y en el lugar preciso y por la mano
que debe dar, las dádivas.

Así tuve muertos en la tumba,
el amor en la entraña,
el trabajo en las manos y lo demás, los otros,
a prudente distancia
para charlar con ellos, como vecina afable
acomodada en la barda.

Y recreos. Domingos enteros en la playa,
arboledas anónimas y amigas,
manantiales ocultos que cantaban,
libros que se abrieron de par en par y bóvedas
maravillosamente despobladas.

Dioses a quienes venerar, demonios
tan hermosos que herían la mirada,
sueños para dormir asido al cuerpo ajeno
como hiedra de tactos y palabras
... y algún relámpago de medianoche
para alumbrar el orden de mi casa.


*Rosario Castellanos (Ciudad de México, 1925- Tel Aviv, 1974)
Del poemario Poesía no eres tú
Materia memorable

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