Estando una perra para parir, y no teniendo lugar en que hacerlo, logró a fuerza de súplicas que otra amiga la dejase parir en su cama. Estando ya buena y fuerte, la otra, de quien era la cama, le dijo que pues había ya parido, y estaba en buena disposición para poderse ir con sus hijos, que se fuese en buena hora, pero ella le respondió que no quería; y como la otra le pidiese con más ahínco que saliese la parida, no solamente se negó a ello sino que la amenazó con sus dientes y con los de sus hijos.
Esta fábula advierte que se debe ser muy cauto en ceder a los ruegos de otro en cosas importantes, pues muchas veces, los que solicitan como débiles, imponen su ley cuando se ven fuertes.
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