Adquirí esta inusual novela en la última feria librera que se organizó en Lima. Al parecer era un saldo de edición porque me costó apenas cinco soles. A mi parecer vale más. No es una genialidad de aquellas pero tampoco es un fiasco, es un intento pretencioso que tiene muchas aristas, y también algunos dislates. El tema: Dios. Menudo personaje que se intenta novelar. Pero calma, es sólo un día, Un día en la vida de Dios, lo que desde luego da lugar a muchas preguntas sin resolver.
Del autor, bueno, tuve noticias de él desde unos audios que bajé de internet, en donde entrevista a Julio Cortázar, a la vuelta del enormísimo Cronopio a la Argentina luego de las dictaduras.
Es la primera novela que leo de Martín Caparrós, y luego de leerla no puedo dejar de pensar: Cuánta influencia dejó Cortázar en la generación inmediata posterior. Pero bueno, a lo nuestro:
De plano me atropelló esta palabra: Birlibirloque. Jamás había la había leído, la busqué en vano en el DRAE. Birlibirloque significa, espero no equivocarme: "ver lo que (birloque) pasa", es parecida a la expresión Abracadabra, pues se suele usar como equivalente a: "como por arte de magia". Imagino que debe ser una suerte de argentinismo, una jerga en el lenguaje de la magia. En la novela esta palabra aparece de la siguiente manera:
¡Vaya a saber quién era ese maldito, con que birlibirloques te embaucó!
Más allá de eso, las novedades son de corte histórico, pues el personaje principal, es decir Dios, se interna muchas veces en el mundo que creó, al que llamaba "tercer pedrusco" para observar de cerca a la especie humana -por la cual conservaba una gran curiosidad- tomando el cuerpo de un ser humano en particular. Pueden imaginarse qué le causaba tanta curiosidad a Dios: el simple hecho de que los humanos hayan inventado tantos dioses, y que ninguno se le parezca. Aunque en realidad a Dios no le interesaba ciertamente gobernar el universo tal y como nosotros lo imaginamos.
Lo interesante de la historia es precisamente la visión de Dios, este ente en forma de balón que creó el universo y que va descubriendo la evolución de la humanidad a lo largo de la historia; cuando por ejemplo describe el acto sexual entre los seres humanos:
"En varios puntos hembras y machos se fornicaban raro: mirándose, de frente. Nunca había visto bichos que lo hicieran así: siempre el macho de atrás, atento, vigilante. Estos se abandonaban al fornicio como si el mundo no fuera una amenaza y arremetían uno contra la otra, la otra y uno: querían atravesarse, ir más allá, pasar al otro lado."
O cuando se refiere a la castidad:
"Por qué algunos de ellos quieren mantenerse castos? Sería, pretenden, para no caer en la debilidad de desear: para estar más arriba de esos barros. No es cierto: sí desean. Desean sobreponerse a sus desesos: un deseo más orgulloso todavía."
Esto le permite al autor replantear ciertas cuestiones que damos por sentadas, o hacer observaciones críticas hacia aspectos humanos en los que la iglesia a inoculado en nosotros sus preceptos, a veces, inhumanos.
El problema de la novela radica en que cuando se quiere presentar un Dios nuevo, deja más preguntas que respuestas; aunque desde luego, este Dios me agrada más que los otros, parece ser más lógico y racional. Es un Dios que parece salido más de un libro de física teórica más que de una leyenda truculenta. Y que, por cierto, al parecer es un ente femenino, aunque no entiendo por qué ese esfuerzo que termina dándole una dosis humana que resulta innecesaria.
Otro problema es que por momentos Dios parece ser más estúpido de lo que esperamos, algo que no tiene sentido puesto que es de suponer que alguien que tiene la capacidad de crear un universo... debería ser por lo menos, más intuitivo.
En fin, es una lectura interesante, con ciertos atisbos cómicos, eróticos, dramáticos y sarcásticos. Con muchas ideas de Nietzsche al plantear ciertas cuestiones relacionadas con la creación de Dios. Al que siempre es bueno, crearle nuevas leyendas y acomodarlo mejor para tener, sino un refugio para alejarnos del caos cotidiano, una cosmogonía nueva para volcar nuestros martirios; una respuesta a una pregunta que inquietó al hombre desde que tuvo conciencia de su existencia: ¡Quién rayos nos puso aquí!
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