viernes, 30 de septiembre de 2011

CAFÉ-CONCIERTO - Oliverio Girondo

Las notas del pistón describen trayectorias de cohete, vacilan en el aire, se apagan antes de darse contra el suelo.

Salen unos ojos pantanosos, con mal olor, unos dientes podridos por el dulzor de las romanzas, unas piernas que hacen humear el escenario.

La mirada del público tiene más densidad y más calorías que cualquier otra, es una mirada corrosiva que atraviesa las mallas y apergamina la piel de las artistas.

Hay un grupo de marineros encandilados ante el faro que un "maquereau" tiene en el dedo meñique, una reunión de prostitutas con un relente a puerto, un inglés que fabrica niebla con sus pupilas y su pipa.

La camarera me trae, en una bandeja lunar, sus senos semi-desnudos... unos senos que me llevaría para calentarme los pies cuando me acueste.

El telón, al cerrarse, simula un telón entreabierto.



Brest, agosto, 1920

VEINTE POEMAS PARA SER LEÍDOS EN EL TRANVÍA - Oliverio Girondo

Pasando por ese epígrafe estomacal del poemario, la Carta Abierta a Evar Méndez a modo de prólogo, en la que Oliverio explica por qué los poemarios no debieran prologarse, y los veinte poemas en sí, este pequeño libro destinado a la distracción en un viaje largo, nos entrega una pequeña muestra de lo que sería más adelante todo el trabajo del autor. Sus "perros fracasados", sus gravitaciones, sus lágrimas vivas, todo el mundo poético de Oliverio Girondo se desarrolla a partir de esta obra. Y aunque naturalmente en este libro se presenta de manera tímida, ya se puede sentir ese lenguaje poético tan peculiar que luego desarrollaría con amplitud. Un trabajo en el que no estaría solo, que tendría como compañeros a Vallejo, y a tantos otros poetas de la mitad del siglo pasado.

Sobre la idea de publicar, sobre el destino de los poemas Girondo nos explica lo que muchos ya sabemos, que los escritores publican más de lo que deberían, y que hay una intención patética en la publicación de trabajos que probablemente no debieran ver la luz pública.

Lo he leído constantemente, casi hasta el hartazgo. De hecho, desde que comencé a plantearme el problema, miento, desde que comencé a escribir poemas, siempre me inquirí el hecho de querer publicar un libro; y más aún, qué probable destino deberían tener los trabajos personales.

Desde mis primeros poemas siempre he tenido la misma visión, algo que ciertamente me hace dudar, pues luego de tantos años, el hecho de conservar la misma idea me hace pensar que probablemente estoy equivocado. Para mí, un poema tiene un destino desde su primera palabra, el destinatario desde luego es la necesidad íntima, pero el destino debe ser: los demás. Es cierto que no se puede pensar en el destinatario como a un grupo en particular, es decir, un poema no debe ser ideado para que sea leído por ejemplo, por jóvenes, por eruditos, por sansimonianos, etcétera. Pensar en un grupo específico es un acto de demagogia, todos lo sabemos, pero aquí hay una contradicción: ¿Qué sucede entonces cuando un poema surge en la necesidad de expresar un sentimiento hacia una persona en particular? ¿no es éste un acto demagógico? ¿no es este poema un uso indebido del arte? Para mí no lo es, y no lo es porque el poema responde a la sincera necesidad personal, entonces ¿podríamos condenar al poeta que lanza su arte hacia digamos los deudos de la Camboya de Pol Pot? ¿son únicamente válidos los poemas abstractos, los que no tienen un destinatario en particular, o en su defecto, los que engloban a toda la humanidad? Yo tengo para mí que ni lo uno ni lo otro. En el arte, la demagogia no es más que no de los tantísimos elementos de la belleza. Es así o en todo caso tendríamos que iniciar una cruzada para la abolición de los géneros, que por cierto, esta última idea me gusta más. Habría que iniciar una campaña de anarquía artística. El arte, en cualquiera de sus manifestaciones, puede llevar válidamente un destinatario en particular, ya que, como dijo Borges: Lo que le sucede a un hombre, le sucede a todos.

Publicar, no implica necesariamente pensar en destinatarios, pero es ciertamente completar el círculo comunicativo. Quién publica solo espera que la obra salga del círculo interno y alcance su cualidad de expresión. Claro, lo incorrecto es pensar en el éxito. El éxito o el fracaso son los resultados de esta comunicación, mas no la finalidad de la comunicación. La expresión artística debe tener para mí dos requisitos: la necesidad interna de expresarse, y la belleza. La publicación es el fin de la expresión, porque cuando escribimos intentamos comunicarnos, y si en este intento de expresión pensamos en el destinatario está bien, lo que está mal es que pensemos en la fama durante el proceso de comunicación. Para mí, toda publicación es válida siempre y cuando nazca del sincero deseo de una urgencia interna. Un poema no existe hasta que es leído, es el lector el que le da sentido al poema, y el que finalmente puede encontrar o no la belleza.

Por eso me parece de cretinos decir: yo escribo para mí mismo; no, no escribes para ti mismo, escribes por una necesidad interna de expresarte, aunque ciertamente es una expresión distinta al lenguaje cotidiano, a la conversación. "El hombre se expresa para llegar a los demás, para salir del cautiverio de la soledad" dijo Vargas Llosa, y es cierto, pero en la expresión artística se debe apelar a la belleza para que alcance la categoría de arte. Y finalmente la belleza no está en razonamientos, no está en lexicografías, la belleza sucede, se siente o no se siente, y para que pueda sentirse es necesario que el interlocutor pueda entenderla.

En fin, me extendí, voy a subir los poemas que más me impresionaron de este poemario, porque una vez más, sentí la belleza y le di vida a estos poemas una vez que los leí, y espero que ustedes los resuciten, cada vez que los lean.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

EL PEZ EN EL AGUA - Mario Vargas LLosa

Recuerdo vívidamente las discusiones acaloradas entre mi padre y mis hermanos durante la contienda electoral del 90. Mi padre, hombre pragmático para sus ideas políticas, rudo y de carácter encendido, no veía con buenos ojos la posible presidencia de Mario Vargas Llosa: novelista, liberal y amante de un país sin fronteras; y aunque por el otro lado se percibía a Alberto Fujimori como un independiente, la sola posibilidad de ver como presidente a un nisei lo sobrecogía notoriamente; siendo este su argumento más recurrente. Mis hermanos en cambio, más aventureros pero igual de encendidos que mi padre, se inclinaban por el novelista, porque veían un su plan de gobierno la emulación a una corriente sudamericana que comenzaba apenas a dar frutos en otros países. Puntualmente en Chile.

Yo, con poco menos de diez años, me veía envuelto en esta avalancha de ideas encontradas tratando de pensar en cuál sería la mejor opción para el país, en esos interminables cónclaves que fueron aquellas discusiones políticas durante los dos meses que duró la campaña de segunda vuelta. Debo confesar que de Vargas Llosa sabía poco o nada, es decir, lo que me enseñaron en el colegio. El único indicio que tenía de él era su novela: La ciudad y los perros, que abandoné porque en medio de la lectura vi la película. Pero como todo niño que siempre emula a sus mayores, decidí entonces tomar partido en ese pequeño país que era mi hogar. Mi ficticio voto sería por Vargas Llosa, y aunque ahora, con la lejanía de los años no puedo decir bien por qué, creo recordar que el argumento que más me impresionó fue que -ambos bandos estaban de acuerdo- Vargas Llosa suponía integridad y compromiso moral.

Leer el Pez en el agua ha sido un viaje hacia aquellos meses de campaña electoral, una evocación hacia esos afiebrados debates familiares, al impresionante comercial del famoso "shock" que montó el aprismo, debo confesar que cada vez que lo veía sentía la llegada del apocalipsis. Aquel rostro abstracto que aparecía de la nada, munchiano, gritando de desesperación me sobrecogía y perseguía en la oscuridad de mi habitación. Jamás olvidaré esa propaganda, ni el miedo que despertaba en mí; a pesar de que mis hermanos se enfadaban cada vez que lo veían, yo no hacía más que achicarme en mi asiento.

El libro en sí, es una combinación de recuerdos en los que intercaladamente Vargas Llosa nos cuenta sobre aquella aventura política, y sus recuerdos infantiles hasta su primer viaje a París. Sobre estos recuerdo personales hay una intención novelesca, esa prosa que tan bien maneja Vargas Llosa para fabular, para internarnos en el entramado de los hechos, los intentos por intimar con el personaje, de escrutarlo, y de dejarse llevar por el ambiente. Me hizo recordar a su novela Travesuras de la niña mala, en donde el personaje siempre está en contacto con el ambiente, con el acontecer político, con los hechos más resaltantes de su tiempo, en un intento por convertir al personaje en algo real, con datos que puedes cotejar de manera que en todo momento no hay forma de pensar que de lo que se trata es de una ficción.

Pero en sus otros recuerdos, en los que conciernen a la aventura política, hay una carga más ideológica, ensayista; un intento de explicar y al mismo tiempo de narrar, los hechos más significativos de aquella campaña, sin dejar de lado claro está, el entramado colectivo.

Ahora entiendo más las quejas de muchos en cuanto al rigor gramático y de sintaxis de Vargas Llosa, como por ejemplo, cuando Martha Hildebrand dice que Vargas Llosa es la prueba de cómo un buen narrador puede tener tantas faltas, o cuando Marco Aurelio Denegri achaca los -a su parecer- graves errores que comete Vargas Llosa en sus novelas. Yo no me considero un fundamentalista de las formas, pero no pude pasar por alto lo siguiente: el uso desmedido del pronombre "yo" antepuesto a la enumeración de varias personas ( yo y Patricia, yo y Álvaro, etc.) aunque ciertamente esta es considerada una norma de cortesía, su indiscriminado uso logra que se atropelle la lectura. Encontré otras más, pero aquellos dislates me parecieron irrelevantes, como por ejemplo cuando dice: "es algo que se volvió a repetir". Pero tampoco es para rasgarse las vestiduras, he escuchado a Octavio Paz cometer el mismo error... Curioso, dos premio nobel.

Con respecto a sus otros recuerdos, los que no conciernen a la campaña política, tengo algunas quejas: a menudo Mario se queja de la actitud de muchos intelectuales que cambian de bando político como si se trataran de jugadores de la liga española de fútbol, algo que me parece poco elegante, puesto que él mismo cambió de parecer en sus comienzos. A veces las situaciones personales no salen a la luz cuando se trata de personajes públicos. Lo digo esto en cierto modo apasionado porque se queja de un autor por el cual siento un profundo cariño: Julio Ramón Ribeyro. Que yo recuerde, Ribeyro siempre estuvo ligado a la izquierda, y nunca cambió de parecer, el hecho de que fuera funcionario del primer gobierno de Alan García no significa de ninguna manera que haya sido siquiera el 1% de corrupto que era el presidente en mención, porque aquello nos llevaría a cierto fundamentalismo que también se lo podríamos achacar al mismo Vargas Llosa, cuando recibía la máxima distinción de manos de este, al mismo tiempo que se enviaban fuerzas represivas al interior del país, con la intención de exacerbar los ánimos cercanos a la última campaña electoral.

Pero desde luego El pez en el agua es un libro de memorias, y las memorias son así, cargas subjetivas de un pasado que nos pertenece, con esa contaminación emocional.

Una pregunta que me hice siempre fue: ¿Cómo y de dónde se obtuvo tanto dinero para semejante campaña electoral, sin precedentes hasta ese entonces en el país? En un momento además tan dramático económicamente hablando. Mario no nos dice mucho al respecto, tan sólo nos cuenta que había encargado a uno de sus amigos y dirigentes de campaña para que recibiera el dinero y no le revelara la fuente -algo que resulta peligroso pues no es otra cosa que mirar al costado-, además nos dice que en toda la campaña habían gastado 15 millones de dólares. No sé ustedes pero para un país que había alcanzado niveles inflacionarios astrales, nunca antes vistos, que solamente superaba a Haití en exportaciones, ¿cómo podía un grupo mermado de empresarios honestos aportar tamaña suma de dinero? Algo se pudría en Nueva York.

Otra cosa que me llama la atención es cómo Mario no se puede explicar el por qué de que la población se sumara a las propuestas de izquierda, a los programas populistas, a las reformas agrarias cuando el campesino no había obtenido nada de ellas; habría que pensar en la precariedad laboral, en las formas de esclavitud que existían antes de estas medidas para hallar una respuesta que salta por sí sola. Tratar al pueblo de ignorante porque no te hacen caso, en lugar de intentar explicarse -sin cargas emocionales de corte ideológico- las razones por las cuales la pobreza estaba -y aun está aunque se niegue- tan enraizada en el país.

Un punto que me pareció similar al pensamiento de Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina, es el tratamiento de las dictaduras, aunque ciertamente Vargas Llosa se muestra en contra de todo tipo de dictaduras (de izquierda o de derecha), puesto que realiza un viaje a Singapur, en un intento por querer estrechar vínculos con los mercados asiáticos -¿Quién iba a pensar que en realidad más que aquellos países ahora los negocios se hacen con China, verdad Mario?- y nos cuenta las maravillas del libre mercado, escamoteando un poco el hecho de que en aquel entonces Lee Kwan-Yew haya sido un dictador, entronizado en el poder desde 1959 hasta noviembre de 1990, logrando que su hijo también fuera primer ministro. Exactamente la misma visión que tenía Galeano sobre el dictador paraguayo Rodriguez de Francia, quien se considera el gran organizador de la nación paraguaya, resulta sumamente curioso que Lee Kwan Yew se le considere el gran organizador de Singapur. En cierto modo el mensaje es: no importa sí es dictadura o no, sino que sean afines a mis ideas.

En fin, es un libro que da mucho para hablar, comentar y escribir; un descargo justo y bien ganado contra una guerra sucia encarnizada, consensuada y lapidaria; un repaso a los niveles de abyección a los que llegó en sus últimos meses el gobierno aprista; sus denodados esfuerzos por conseguir impunidad anteponiendo los intereses partidarios por sobre los nacionales. Hace más de dos años, conversando con mi novia de aquel entonces, le dije lo justo que sería -a pesar de tener ideas diferentes- un homenaje de desagravio político a Mario Vargas Llosa, mucho antes de que ganara el nobel, un gesto que desde luego hubiera sido hermoso y justo. Lamentablemente este homenaje llegó mucho después, en momentos en que el gobierno quería subir su popularidad.

Considero un libro de suma importancia para quien quiere dar un repaso a la historia política reciente; el génesis de una dictadura que arrasó moralmente al país, que trajo paz con sangre de inocentes, que consiguió estabilidad económica con peculado, y que hizo de la libertad una ficción.

domingo, 4 de septiembre de 2011

UN DÍA EN LA VIDA DE DIOS - Martín Caparrós

Adquirí esta inusual novela en la última feria librera que se organizó en Lima. Al parecer era un saldo de edición porque me costó apenas cinco soles. A mi parecer vale más. No es una genialidad de aquellas pero tampoco es un fiasco, es un intento pretencioso que tiene muchas aristas, y también algunos dislates. El tema: Dios. Menudo personaje que se intenta novelar. Pero calma, es sólo un día, Un día en la vida de Dios, lo que desde luego da lugar a muchas preguntas sin resolver.

Del autor, bueno, tuve noticias de él desde unos audios que bajé de internet, en donde entrevista a Julio Cortázar, a la vuelta del enormísimo Cronopio a la Argentina luego de las dictaduras.

Es la primera novela que leo de Martín Caparrós, y luego de leerla no puedo dejar de pensar: Cuánta influencia dejó Cortázar en la generación inmediata posterior. Pero bueno, a lo nuestro:

De plano me atropelló esta palabra: Birlibirloque. Jamás había la había leído, la busqué en vano en el DRAE. Birlibirloque significa, espero no equivocarme: "ver lo que (birloque) pasa", es parecida a la expresión Abracadabra, pues se suele usar como equivalente a: "como por arte de magia". Imagino que debe ser una suerte de argentinismo, una jerga en el lenguaje de la magia. En la novela esta palabra aparece de la siguiente manera:

¡Vaya a saber quién era ese maldito, con que birlibirloques te embaucó!

Más allá de eso, las novedades son de corte histórico, pues el personaje principal, es decir Dios, se interna muchas veces en el mundo que creó, al que llamaba "tercer pedrusco" para observar de cerca a la especie humana -por la cual conservaba una gran curiosidad- tomando el cuerpo de un ser humano en particular. Pueden imaginarse qué le causaba tanta curiosidad a Dios: el simple hecho de que los humanos hayan inventado tantos dioses, y que ninguno se le parezca. Aunque en realidad a Dios no le interesaba ciertamente gobernar el universo tal y como nosotros lo imaginamos.

Lo interesante de la historia es precisamente la visión de Dios, este ente en forma de balón que creó el universo y que va descubriendo la evolución de la humanidad a lo largo de la historia; cuando por ejemplo describe el acto sexual entre los seres humanos:

"En varios puntos hembras y machos se fornicaban raro: mirándose, de frente. Nunca había visto bichos que lo hicieran así: siempre el macho de atrás, atento, vigilante. Estos se abandonaban al fornicio como si el mundo no fuera una amenaza y arremetían uno contra la otra, la otra y uno: querían atravesarse, ir más allá, pasar al otro lado."

O cuando se refiere a la castidad:

"Por qué algunos de ellos quieren mantenerse castos? Sería, pretenden, para no caer en la debilidad de desear: para estar más arriba de esos barros. No es cierto: sí desean. Desean sobreponerse a sus desesos: un deseo más orgulloso todavía."

Esto le permite al autor replantear ciertas cuestiones que damos por sentadas, o hacer observaciones críticas hacia aspectos humanos en los que la iglesia a inoculado en nosotros sus preceptos, a veces, inhumanos.

El problema de la novela radica en que cuando se quiere presentar un Dios nuevo, deja más preguntas que respuestas; aunque desde luego, este Dios me agrada más que los otros, parece ser más lógico y racional. Es un Dios que parece salido más de un libro de física teórica más que de una leyenda truculenta. Y que, por cierto, al parecer es un ente femenino, aunque no entiendo por qué ese esfuerzo que termina dándole una dosis humana que resulta innecesaria.

Otro problema es que por momentos Dios parece ser más estúpido de lo que esperamos, algo que no tiene sentido puesto que es de suponer que alguien que tiene la capacidad de crear un universo... debería ser por lo menos, más intuitivo.

En fin, es una lectura interesante, con ciertos atisbos cómicos, eróticos, dramáticos y sarcásticos. Con muchas ideas de Nietzsche al plantear ciertas cuestiones relacionadas con la creación de Dios. Al que siempre es bueno, crearle nuevas leyendas y acomodarlo mejor para tener, sino un refugio para alejarnos del caos cotidiano, una cosmogonía nueva para volcar nuestros martirios; una respuesta a una pregunta que inquietó al hombre desde que tuvo conciencia de su existencia: ¡Quién rayos nos puso aquí!